#MLV #microversos
Cada día nos levantamos y nos vamos camino a un trabajo donde pasamos en ocasiones más tiempo que en nuestras propias casas.
Nos reímos, lloramos, compartimos comidas, cenas, momentos críticos, anécdotas y risas, y no nos damos cuenta de que ese grupo de personas son nuestra familia, nuestra familia laboral.
Desde la suegra chismosa a la hermana inseparable, la madre protectora y el cuñado impertinente… todos tenemos cabida en esa gran familia.
Nuestro trabajo y vocación siempre está vinculado al paciente, a su cuidado, a su respeto a su autonomía y confort, pero cada día compartimos muchas horas con toda esa gran familia sanitaria, donde todos somos iguales y a la vez distintos, y no podemos obviar que juntos, lo queramos o no somos un equipo del que también tenemos que cuidar.
Si cada día conseguimos hacer sonreír a uno de nuestros compañeros, entenderlo, comprender cuales son sus problemas, restar importancia a banalidades y apoyarnos como equipo, no solo estaremos haciendo felices a otra persona, sino a nosotros mismos.
Me suelen tachar de ser demasiado empática, de llevarme para casa los problemas del día a día y que soy mas emocional que reflexiva, pero me da igual, a estas alturas de la película va a ser difícil que cambie, así que voy a seguir preocupándome por los problemas de mis compañeros, a sentirme mal si hay una discusión y a intentar cada día hacer sonreír por lo menos a una persona.
Estas son mis mil manos, cada una igual, y cada una diferente. Enfermeras, celadores, auxiliares, médicos personal de limpieza y administrativos… todos están ahí y la gracia es que no puedes distinguirlos.
Voy a dedicar este post a todo este equipo, que me aporta cada día un reto diferente, que me quiere y que me odia, que me anima y me critica, que hace superarme y que tome conciencia de lo que hago bien, y de lo que hago mal… porque en el fondo somos una gran familia.
Ojalá cada día pueda hacer sonreír a uno de ellos.
Para todo ese gran equipo que formamos: