Como aquella letra de aquella serie de televisión, «somos compañeros, de la vida, del trabajo y del amor». En nuestras vidas, siempre se dice que a la familia no se la escoge, pero a los amigos sí, creo que con los compañeros de trabajo pasa un poco parecido, no se les escoge, pero sí que se pueden hacer amigos en el trabajo.
Durante años he tenido una compañera «de turno», como en la vida, nunca sabes si vas a congeniar, sin embargo en esta ocasión muchos han sido los momentos de complicidad, dentro y fuera del hospital. Demasiadas cenas de nochebuena, cumpleaños (que celebrábamos a veces juntas porque vamos seguidas) entradas y salidas de año… y momentos de la vida personal que compartimos como amigas como para no terminar congeniando.
Lucía ha estado en mi vida, volviéndomela del revés en algunas ocasiones, y dando la cara y apoyándome en otras, siempre en los momentos importantes, cuando falleció mi padre, o cuando nació mi hijo… nunca olvidaré aquellos frixuelos a las dos de la mañana después de nacer Alejandro.
Muchas noches juntas, en ocasiones más que con nuestra propia familia, hace que termines queriendo como a algo tuyo a ese compañero del día a día de trabajo, compartiendo sus cursos de inglés y sus exámenes, sus gustos musicales, que acabas por adoptar, descubriendo como es el caso, grupos de música que no conocías, escribiendo novelas que nunca verán la luz, o si, y que en ella tuvieron su primera lectura.
Excursiones a Ponga, caminatas por Somiedo que casi me cuestan un infarto, aunque luego las vistas merecieron todo el esfuerzo, conciertos, como el de Despistaos, a los que sin ella jamás se me hubiese ocurrido ir, fiestas de prao con sidra, risas, empanadas y música asgaya, Speak English en la tele a las 7 de la mañana apuntes en mano, Bumbury (o el señor que asusta a los niños), 30 seconds to mars (o como descubrí que Jared Leto cantaba), musicales como «la Bella y la Bestia» con un Pablo Puyol que nunca apareció, belenes de Navidad creados hasta el último detalle con figuritas compradas cada año en la plaza mayor de Madrid, amores que llegaron, se fueron y amores que aparecieron para quedarse, ese regalo de Navidad que nunca ha fallado (ni fallará), momentos difíciles, momentos divertidos… pero sobre todo ese saber hacer como enfermera del que tanto he aprendido en estos años… como escuché una vez a alguien que la definía: «Simplemente exige lo que da«.
Esa es mi compañera. Solo espero que se lleve de mí al menos una parte de todo lo que ella me ha aportado estos años, ¡y eso que en ocasiones me volvía loca!
Ahora Lucía, junto con otros grandes compañeros de mi hospital, se embarcan en una nueva aventura tras aprobar la oposición a la que hace unos años se presentaron, se embarcan en la aventura de dejar su casa, la casa de todos que es este pequeño hospital del oriente de Asturias, para irse a «la capital» al buque insignia de la sanidad asturiana, al macro hospital… al HUCA.
Probablemente hagan nuevas y grandes amistades, tendrán nuevos compañeros de turno, con quienes pasar noches trabajando, compartiendo y descubriendo al otro como un compañero o como un amigo, pero estoy segura, que todos sin excepción nunca olvidarán las amistades que dejan atrás, los compañeros, las vivencias, lo aprendido, las risas y las lágrimas, las anécdotas, a quienes quedaron por el camino y en definitiva a lo que durante años ha sido su casa.
Compañeros, feliz mudanza, nosotros seguiremos en casa, nuestra amistad no se perderá nunca.
Con cariño para todos mis compañeros: Rubén, Javier, Miriam, Julio, Beatriz y Rubén A (por si acaso jeje)
Y por supuesto a Lucía.